La niña del sombrero azul by Ana Lena Rivera

La niña del sombrero azul by Ana Lena Rivera

autor:Ana Lena Rivera
La lengua: spa
Format: epub
editor: GRIJALBO
publicado: 2024-01-06T00:00:00+00:00


Que Manolo no era un hombre especialmente inteligente lo descubrió Juan Gregorio al poco de conocerlo y, lejos de parecerle un inconveniente, lo valoró como una ventaja. No lo consideró apto para que la KGB lo seleccionara para espiar al Gobierno español, tampoco era una persona que pudiera hacerle sombra y supuso que sería sencillo borrarle las opiniones que hubieran podido meterle los rusos en la cabeza. Manolo era discreto, trabajador, amable, servicial sin llegar a ser servil y siempre dispuesto a aplaudir la opinión de Juan Gregorio. También era buen conocedor de la cultura patria porque se la habían enseñado en Rusia los maestros españoles. Juan Gregorio le consiguió un trabajo como chófer del ministro de Defensa, muy interesado en cualquier información que aquel hombre, aunque fuera un simple mecánico, pudiera darle de los talleres en los que trabajaba y de los avances de la tecnología en Rusia. También buscó para el flamante matrimonio un apartamento de alquiler en un edificio señorial no demasiado lejos de su casa y, alegando que «el casado casa quiere», sacó a la pareja de su propio domicilio, donde Manuela los había instalado al llegar.

Juan Gregorio no desaprovechaba ninguna oportunidad de mostrarse en sociedad como lo que era: familiar, católico, tradicional e incondicional del régimen. Por eso cada domingo iban los cinco juntos a misa y se comportaban como una familia unida.

A Juan Gregorio le gustaba el cine, y como Telva y Manolo nunca habían visto una película de Hollywood, la primera salida que hicieron todos fue para ver Gigante, un film en el que Rock Hudson, Elisabeth Taylor y James Dean formaban un trío amoroso que se enredaba y se desenredaba en las más de tres horas que duraba el largometraje. Se pusieron sus mejores galas y el coche oficial que el ministerio había puesto a disposición de Juan Gregorio los recogió un domingo por la tarde y los llevó al Palacio de la Prensa, un gran cine en plena Gran Vía madrileña. A pesar de que empezaba a apretar el calor, la calle estaba llena de gente y de luces. Cuando se bajaron de aquel coche negro con banderines que indicaban que era el medio de transporte de algún cargo importante, la gente los miraba con curiosidad y cuchicheaban intentando averiguar si se trataba de alguien conocido. La escena impresionó a Manolo casi tanto como la propia película. Había pasado de ser apedreado en Gijón y rechazado por ruso a desplazarse por Madrid en coche oficial provocando envidias a su paso. Una vez superada la emoción de ir todos juntos al cine, Gorio se aburrió tanto que en la segunda parte se quedó dormido. Sin embargo, a Telva y a Manuela les voló el tiempo, Telva deseando ver a James Dean en cada escena y Manuela a Rock Hudson.

A la salida aún discutían sobre cuál era el más guapo. Incluso los hombres opinaron.

—No hay duda de que Rock Hudson es un galán —apuntó Juan Gregorio, pronunciando el nombre del actor en español—, alto y corpulento, un hombre de verdad, no como el otro, que es poquita cosa.



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